Algunos mitos sobre hipnosis
Toda hipnosis es una autohipnosis. Es la propia persona, guiada por la terapeuta, la que entra en este estado de consciencia modificado. Nunca es el dominio de una mente sobre otra.
Nunca se pierde el control consciente. En las hipnosis de espectáculo, muchas veces el hipnotizador induce a la persona a olvidarse de lo que ha hecho, para evitarle avergonzarse ante el ridículo que le ha hecho hacer. Después lo recordará. Pero en hipnosis terapéutica, no sólo no es necesario, si no que puede ser muy positivo que el hipnotizado siga los pasos y colabore con más confianza. Muchas veces, cuando el hipnotizado está tranquilo y está llegando a sesiones profundas, le puede interesar dejarse llevar en ese estado tan agradable y "dormirse", olvidando gran parte de la sesión.
Nunca hará algo que no desea en hipnosis. Si se realiza en la fantasía y en las películas, es porque allí se tergiversa el proceso hipnótico con la finalidad de entretener, crear suspenso y terror. Pero en la realidad tenemos un estrato mental que Freud llamó Súper Yo, que se encarga de establecer una censura en lo que se nos pueda inducir a hacer.
Durante la hipnosis se pueden provocar alucinaciones. La persona siente, oye, huele, ve lo que el hipnotizador le sugiere. En este caso, puede realizar fantasías, pero realmente nada de eso ocurre realmente.